Recaer

BY joan No comments

El otro día una amiga, y a la vez fantástica educadora, me comentó que por qué no intentaba casar dos de mis aficiones en una. Es decir, las reflexiones educativas y la pasión por la bicicleta. En honor a la verdad, he de decir que la idea originaria ya está creada. Cuando empezaron mis colaboraciones con el magazine educativo INED21 pensé en aportar algo diferencial a los escritos y los tres que he escrito (a punto de publicarse el cuarto) han girado sobre comparaciones entre el mundo ciclista y el mundo de las aulas. 

     Pero dicho lo paso, si que es cierta una cosa, cuando uno va en bicicleta, perdido por esas montañas o esas carreteras y sobretodo si se da la circunstancia que pedaleas en solitario da por pensar. No os voy a engañar diciendo que siempre pienso en algo referente a la educación (más que ser un buen profesional sería un obsesivo) pero no deja de ser real que muchas veces, y según las circunstancias vividas durante la semana o ese mismo día, los pensamientos que te vienen a la cabeza cuando vas en bici giran alrededor de la escuela y su significado: Niños y niñas que no consigues encontrar el clic que les haga motivarse, familias que no consigues atraerlas hacia la escuela, compañeros que vislumbras en ellos pequeñas dosis de desmotivación o pocas ganas de cambiar, dudas sobre tu labor como docente, miedos... 

      Hoy haciendo honor a la ocurrencia de mi compañera, voy a intentar reflexionar sobre lo ocurrido este sábado: Si usted querido lector es uno de los pocos habituales a seguir estos escritos, esto tampoco le vendrá de nuevo, sabrá que en una de mis últimas entradas hacía referencia a una lesión sufrida y las consecuencias derivadas, también intenté en ese artículo hablar de mi bicicleta y enlazarlo con la importancia de la resiliencia y la educación emocional de la escuela http://blocdejoanmoya.blogspot.com.es/2016/06/toca-levantarse.html

 Pues bien, este sábado después de haber hecho durante la semana dos salidas suaves para probar el estado de mi pierna, y comprobando con satisfacción que el dolor prácticamente había disminuido, me dispuse a hacer una ruta más exigente.


       El resultado, después de estar tres horas subiendo y bajando por los caminos que transcurren por mi querida Collserola, fue que al llegar a casa y en las horas posteriores pude certificar en forma de dolor que la lesión aún no había remitido y que quizás me había precipitado al querer elevar la carga de una manera tan rápida.
      No es la primera vez que tropiezo con la misma piedra (y mucho me temo que no será la última) por querer correr, por querer ganar tiempo al tiempo, por querer hacer o lograr un reto por el que el cuerpo no está preparado para ello, acabo retrocediendo y retrasando más el objetivo. En educación pasa lo mismo: Los que somos de mente inquieta, los que somos unos inconformistas de naturaleza, los que dedicamos tiempo libre a bucear por las redes, los que tenemos un poco claro (o mucho tal vez) que la escuela en general ha de menearse de arriba a abajo y de abajo arriba, no dudamos muchas veces en impulsar en nuestra tarea diaria iniciativas.

    Pero esas iniciativas muchas veces no nacen de una reflexión, no nacen de un sentarse y ver los pros y los contras, no nacen de una formación adecuada al respeto… y eso provoca que algunas de esas iniciativas geniales que en otras escuelas, en otras clases se llevan a cabo con éxito acaben por explotar en las manos, o acaben en fracasos o acaben a medio hacer por falta de planificación o se diluyan en el tiempo como un terrón de azúcar… Por eso pienso que la clave está en prepararnos bien antes de tomar estas inciativas, y que no pase como a este aprendiz de ciclista que por querer llegar antes de tiempo tiene que volver a empezar de nuevo. Y si un ciclista ante una lesión, sino quiere volver a recaer tiene que plantearse el retorno de manera gradual, de una manera progresiva. Pienso que en educación tenemos que hacer lo mismo si queremos conseguir nuevos horizontes. Adjunto estas tres premisas que a mi entender son fundamentales:

Marcarnos objetivos asumibles: Está muy de moda innovar, querer estar a la última en nuevas pedagogías, creer que tener la tecnología más moderna puede ser un gran reclamo externo… Pero, ¿Estamos preparados para ello? ¿Tenemos claro a dónde queremos llegar? ¿El beneficiario final es nuestro alumno/a? ¿Mejorará su aprendizaje?

Prepararnos bien antes de empezar: Me he cansado y me he hecho aburrido al escribir sobre la necesidad de formación del profesorado, al igual que un ciclista ha de conocer y formarse sobre la bicicleta, sobre el terrenos donde va a pedalear, un maestro también ha de formarse antes de iniciar un recorrido por algo nuevo. Leer, hacer cursos, visitar otras escuelas, conversar con profesores de otros centros que ya han implantado esa iniciativa, etc.

Tener el consenso del resto o de la mayoría del profesorado: Pedalear en solitario no es malo, pero hacerlo con más gente tiene muchos más beneficios, menos riesgos, más ayudas. Tomar iniciativas educativas en solitario es muy peligroso, hay muchos números que esta fracase. No me gusta la cita esa en que dice que cada maestrillo tiene su librillo. La clave reside en que todo el claustro esté convencido, haya hecho una seria reflexión y quiera iniciar nuevos caminos.

Con estas tres premisas pienso que cualquier centro tiene muchas garantías de llevar a cabo pequeñas o grandes medidas de cambio, acorde con sus recursos, sus coyunturas o sus expectativas.

 Por cierto, hoy ya no me duele tanto la pierna, quizás esta tarde haga algunos kilómetros...

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